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Una vez superada la etapa morisca, durante los siglos XVII y XVIII se configura definitivamente una nueva cerámica granadina. Una cerámica
caracterizada por su empleo y factura popular, lo que se refleja tanto en las formas: vajillas de uso doméstico, fuentes, platos decorativos, azulejos e incluso placas de calle y estelas funerarias; como en una decoración ingenua y espontánea.
Debido a la perduración de formas y decoraciones durante todo el periodo y a la falta de influencias externas, la cerámica granadina produjo las mismas formas y decoraciones durante todo el periodo moderno, siendo prácticamente indistinguible la producción del XVII de la del XVIII. En ambos siglos la cerámica sufre una evolución pero se mantiene muy similar. Existe una continuidad en las formas, en el vedrío, en los colores y en los elementos decorativos.
Estas piezas, jarro, ánfora y orza, del Museo Arqueológico de Granada, son una buena representación de las formas y decoraciones de la cerámica de Fajalauza atribuida al siglo XVII.
El siglo XVII se caracteriza por una cerámica más sencilla. En el Museo Arqueológico y Etnográfico de Granada se conservan muchas piezas vidriadas simplemente en blanco, otras veces en verde. Los motivos decorativos son muy sencillos y se concentran principalmente
en la panza de las jarras y en el centro de platos y cuencos. El vidriado cubre toda la pieza, menos los pies, que se dejan sin vidriar, cosa que será habitual ya en el siglo XVIII.
Jarra Alcarraza del siglo XVII, cerámica de Fajalauza, arabizante. Jarra globular de la colección del Museo Sorolla con el repié sin vidriar, decoración escasa, que se concentra en la panza, y el empleo de azul combinado con el verde enlas asas.
Se llama alcarraza a diferentes piezas de cacharrería cerámica tradicional relacionadas con la alfarería de agua. En términos generales se trata de una vasija fabricada con arcilla porosa y poco cocida, usada para conservar el agua fresca siguiendo uno de los más primitivos ingenios de destilación y evaporación, funcionando de forma similar al popular botijo.
Etimológicamente, alcarraza es una voz que proviene del árabe hispánico «alkarráza», y este del persa «korāz» ("buche", por supuesta alusión a su forma esferoide). La jarra cubierta por una taza a modo de tapa, que el sevillano Diego Velázquez pintó un su cuadro juvenil El aguador de Sevilla, es una alcarraza o "talla de blanco Triana".
Muchas de estas alcarrazas, en Fajalauza se repintaban y esmaltaban para diferentes usos, desde jarras para el agua bautismal hasta azucareros o conserveros en el siglo XX.
Durante el siglo XVIII la decoración va poco a poco complicándose. Los motivos vegetales se vuelven más abundantes y van cada vez ocupando más superficie cerámica. Esta evolución culminará durante el siglo XIX con la cerámica repintada, la más abundante en las colecciones museográficas.
En el siglo XVIII el color más importante será el azul. El azul era el color más caro, el que era empleado para decorar las piezas más especiales.
Tanto en el siglo XVII, como en el XVIII y hasta mediados del XIX, el color azul que se emplea se denomina azul piedra.
Este azul piedra predominante en Fajaluza en el siglo XVIII, es de un tono más grisáceo y apagado que el azul cobalto del XIX. Esto
se debe al proceso técnico empleado para conseguirlo, consistente en machacar el mineral extrayendo lo máximo posible las numerosas impurezas, que muchas veces también se empleaban para economizar.
Un ejemplo de este azul antiguo puede verse en el plato acuencado del Museo de los Tiros en Granada. Presenta el fondo cóncavo, pared inclinada y ala recta con el borde redondeado con ruedo de asiento. En el centro del fondo tiene como motivo decorativo la figura de un ave, un mirlo, sobre una rama de granado, y encima de él una flor con tallo. En el ala una cenefa de arquillos en cuyo interior se encuentran grupos de caracoles.
Al final de la época artesanal de la cerámica de Fajalauza, hacia finales del siglo XIX se introducen nuevos azules, procedentes de Inglaterra, son tonos muy puros, denominados azul cobalto. A partir de este momento, el tono de azul se transformará en uno brillante e intenso, como lo es el de la mayoría de las piezas de las colecciones particulares que se datan en el XIX y comienzo del XX.
Cuenco de Fajalauza en Azul y morado.
Otras veces, como ocurre en este cuenco y en muchos lebrillos, las piezas combinan dos colores, el azul con el verde de cobre, y otro color muy habitual en el siglo XVIII, que es el morado de manganeso.
El verde, por ser más económico, será el color exclusivo de algunas tipologías de piezas, por ejemplo, se emplea siempre para
decorar los lebrillos que son piezas de gran tamaño, por lo que era importante abaratar.
Durante el siglo XVIII la decoración de estas piezas será más espontánea y ligera, se realiza con pinceles muy gruesos y suele combinar los motivos vegetales en el centro del plato, con pinceladas geométricas en las alas.
Las piezas de Fajalauza antiguas del siglo XVIII, se caracterizan por su forma funcional y decoración compensada sin ocupar todo el espacio y sobre todo por el caracteíssitico azul piedra antiguo. El Museo Sorolla, La Casa de los Tiros y el Museo de Artes y Costumbres Populares del Alto Guadalquivir, (CERES) albergan estas colecciones de alto valor histórico en Andalucía.
Bibliografía
PADILLA MONTOYA, Carmen. Catálogo de cerámica. Museo Sorolla.
GARZÓN CARDENETE, José Luis. Cerámica de Fajalauza. 2004.
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