Cerámica Ribesalbes

La cerámica de Ribesalbes a imitación de Alcora en el siglo XVIII

La fecha de 1780 se considera el origen de la cerámica de Ribesalbes al estilo de la loza de Alcora que comienza con el establecimiento en Ribesalbes de la Fábrica de Loza de Joseph Ferrer. Sin duda, previamente, hubo una tradición alfarera a la que se le atribuye la presencia de artesanos ceramistas en Ribesalbes, en principios del siglo XVIII.

Joseph Ferrer, que fue Intendente de la Real Fábrica del Conde de Aranda en la vecina localidad de Alcora, estableció en Ribesalbes su propia fábrica de loza. Este industrial con amplia experiencia optó por Ribesalbes como emplazamiento más adecuado a sus intereses, en función a los condicionantes geográficos y naturales; así como una tradición alfarera preexistente y que le resultaba imprescindible para su empresa.

Un hecho que resultó determinante para el devenir cerámico de Ribesalbes fue la creación en Alcora, en 1727, de la Real Manufactura de Cerámica por el noble aragonés, don Buenaventura Pedro de Alcántara IX conde de Aranda. Ribesalbes es una localidad cercana a Alcora y situada El área de influencia de Alcora.

El establecimiento de esta Manufactura por parte del Conde, en Alcora se encuadraba dentro de la coyuntura europea de la época, por la que los reyes y nobles del siglo XVIII se convirtieron en grandes mecenas; que crearon reales manufacturas, en unos casos de cerámica y en otros de vidrio o de tapices, con el fin de abastecer con su producción a la aristocracia de la Corte.

bacia ribesalbes siglo XVIII

Bacía ovalada datada hacia 1780, hecha con moldes imitados de la Fábrica de Alcora. Decorada  en el fondo ramo formado por un tallo central más ancho y en rayado, del que salen hojas plumeadas, palmas y otros tallos con flor en forma de margarita y otra amarilla de de tres pétalos.
En el ala, decoración vegetal de guirnalda junto a la arista en relieve inciso. Museo Nacional de Artes Decorativas.  Inventario CERES: CE15519.

La cerámica de Ribesalbes en una primera fase copio e imitó las series de Alcora, pero pronto se diferenció creando series con una rica policromía, factura rápida y suelta y por sus singulares decoraciones florales. El auge de la loza fina de Ribesalbes llegó a mediados del siglo XIX, en 1850 en la población existían 12 fábricas de loza y cuatro tahomas de barniz, número que con altibajos se mantuvo durante todo el siglo XIX.

Las formas más características del centro productor de Ribelsalbes son los fruteros y salvillas, las jarras, las figuras barnizadas en blanco y a molde, y sobre todo los platos, con una pasta de mejor calidad que las de Manises y con el ala más marcada, más aplanada y con un grosor más señalado que las del centro productor valenciano.

Los colores empleados son los mismos que se utilizaban en Manises, Alcora u Onda: blanco, azul, verde, morado, amarillo y rojo. Destacando la peculiaridad del tono verde.

La excelencia del barro de Ribesalbes

A finales del siglo XVIII El botánico Cavanilles, en su libro: Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia, hace referencia a las excelentes minas de arcillas del lugar, Cavanilles escribe:


“En este término y en los inmediatos á la Alcora y Onda son freqüentes las minas de excelente arcilla, de que se hace el barro para las fábricas. Los montes son por lo común calizos, bien que hay porciones areniscas, y algunas minas de hierro micáceo ya compacto, ya reducido á polvos. En los barrancos contiguos á Ribesalbes se hallan masas considerables de marga endurecida de un blanco obscuro, dispuestas en capas desde un dedo de grueso hasta lo sutil de un papel...”

La Fábrica  de Loza de Joseph Ferrer en Ribesalbes

La cercanía de Ribesalbes al importante centro cerámico de Alcora donde se formaron numerosos pintores y ceramistas valencianos propició que en las últimas décadas del siglo XVIII, varios empleados de la Manufactura, formados artísticamente al amparo del conde de Aranda, se independizaran creando fábricas propias. Estableciendo con la manufactura de la Fábrica Real una considerable competencia, basada en el espionaje industrial y en una producción de características muy similares generando discrepancias y numerosas denuncias y conflictos legales.

Así, Francisco Badenes, Vicente Ferrer y Carnicer, Nadal Nebot, y Joaquín Ten establecieron sus obradores en la misma Alcora. Mientras que otros de los trabajadores del Conde, optaron por poblaciones cercanas, como Ribesalbes y Onda.

En 1780 y en la Baronía de Ribesalbes fundó su Fábrica de Loza el alcorino Joseph Ferrer, cuyo nombre, en castellano es José Francisco Ferrer Almiñana. El industrial Ferrer fue un hombre polifacético cuya inteligencia, ingenio y creatividad abarcó numerosos y variados campos.
Joseph Ferrer, nació en Alcora el 23 de diciembre de 1745, en el seno de una familia que trabajaba al servicio del Conde de Aranda, desde la fundación de la Manufactura alcorina.


Joseph Ferrer era vasallo del Conde de Aranda, natural de Alcora; e hijo de un pintor de la Fábrica, Vicente Ferrer, quien debió iniciarle en la pintura. Joseph Ferrer aprendió en la Academia de la Manufactura del Conde de Aranda “los rudimentos del
arte de pintar y modelar, en los que fue maestro”.

Joseph Ferrer, tras su completa formación y dilatada experiencia laboral como pintor en la Fábrica alcorina, fue nombrado en palabras del Duque de Híjar“por sus aptitudes químicas, económicas y artísticas”, Intendente de la misma, mediante oficio de 8 de marzo de 1799; con una asignación anual de 18.000 reales, pero apenas un año después fue cesado por problemas con la utilización de los moldes de la fábrica de Alcora para producir en su propia fábrica de Ribesalbes

Posteriormente Ferrer logró se miembro de la Academia de  Nobles Artes de San Carlos de Valencia; pintor y escultor galardonado, con premios por sus pinturas al óleo y sus esculturas; reconocido y experto ceramista; propietario de una fábrica de loza en Ribesalbes.

Las otras fábricas de loza de Ribealbes en el siglo XVIII

El éxito comercial de la loza en la época, parece ser que estaba ciertamente garantizado; pues así se infiere del número, cada vez mayor, de pequeñas fábricas que se fueron estableciendo a finales del XVIII y principios del XIX, bajo el área de influencia de la Manufactura del Conde de Aranda.


En 1793, Tomás Ricord determinaba para 1791 la existencia de nueve fábricas de loza fina, localizadas en las poblaciones de Alcora, Onda, Rivesalves, Manises, Eslida y Bechí. Y aunque no se especificaban más datos concretos sobre cada una de ellas, sí resulta significativo que a finales del siglo XVIII, la Baronía figurase como una de las seis localidades que en el Reino de Valencia daba cabida a las nueve fábricas de loza fina consignadas; y cuyas producciones se distribuían y comercializaban entre los “Reynos estrangeros, Castilla y otras Provincias.”


platos ceramica ribesalbes

Platos de la cerámica popular de Ribesalbes a comienzo del siglo XIX. Museo de Bellas Artes de Castellón

jarras ribesalbes

Las jarras de la cerámica popular de Ribesalbes a comienzo del siglo XIX. Museo de Bellas Artes de Castellón

Las "fabriquetas" de Alcora en Ribesalbes

El éxito de la cerámica de la fábrica hizo que en Ribesalbes se imitaran o copiaran con exactitud sus moldes y decoraciones y vendían sus productos a un menor precio y a un público más general y heterogéneo. Estas fábricas se establecieron en la propia localidad de Alcora ("fabriquetas"), y en otras de la provincia de Castellón como Ribesalbes. Tal fue el volúmen y la calidad de su producción que llegaron a ser una seria competencia para la Fábrica, por lo que se les obligó a marcar sus piezas de forma diferente para distinguirlas.


Por tanto el éxito de la cerámica de Alcora y sus "fabriquetas" no sólo propició cambios en la moda y los gustos estéticos sino que la industria cerámica de estos centros vieron reflotada y multiplicada su producción; en especial Ribesalbes, Onda y Manises, que a partir de los primeros años del siglo XIX, desarrollaron estilos propios en los que la influencia de Alcora no deja de ser un vago recuerdo (sobre todo en los dos últimos): se conocen como "cerámicas populares", por su cantidad, variedad, e ingenuidad en los estilos decorativos.


Quizá, la cerámica de Ribesalbes sea la que más próxima permaneció a la influencia alcoreña, como denota piezas con cenefas muy parecidas a las de Alcora de orlas con tondos entre mallado de rombos aparece en platos de Ribesalbes.

Características de la cerámica de Ribesalbes.

La loza ribesalbense, tal y como señala se define por la espectacularidad de su policromía, que resulta brillante y efectista. Una paleta con colores preparados a partir de óxidos y fundentes extraídos de minerales que en Ribesalbes, igual que sucedía en el caso de las manufacturas de Onda, es de suponer que debían importar de las minas de poblaciones cercanas, como el cobalto de  Chóvar.

En la primera época, a finales del siglo XVIII, se puede ver en sus obras una decoración con tonos “amarillentos” y con dibujos de “castillos” (que se denomina estilo Álvaro). También es muy común hacer motivos chinescos. Asimismo, en todas la piezas de la cerámica de Ribesalbes poddemos encontrar sus dibujos característicos, como son el tordo (similar al pardalot de Manises) y los insectos.


Los colores se aplicaban a pincel, con una pincelada rápida, ligera y suelta. Una pincelada libre y espontánea, realizada por una mano hábil, que junto a la genuina reinterpretación de los motivos decorativos que realizaron las manufacturas ribesalbenses, proporciona gran frescura e ingenuidad a la cerámica de Ribesalbes.

 
Muy característico en estas piezas es también la aplicación del color con la esponjilla; combinándose en muchas decoraciones los
motivos realizados a pincel, con otros esponjados. Normalmente, se reserva esta técnica para las frondas de los árboles de tronco bifurcado, que se decoran en ocre, azul o manganeso, habitualmente. Árboles que, en ocasiones, incluso llegan a presentar copas de dos o tres pisos.

La paleta cromática se centra en el azul, verde, amarillo, ocre y manganeso aplicado sobre el esmalte blanco estannífero; utilizándose también, puntualmente, el rojo en pequeños detalles, como los ojos de los toros. El manganeso, prácticamente omnipresente en las piezas
ribesalbenses se utiliza ampliamente no sólo para dar color a diferentes motivos decorativos, sino también para perfilar los contornos de muchos de ellos; hasta el punto de escasear las piezas en las que no aparece este característico color violáceo. Así se puede encontrar el manganeso dando color a los cuerpos de toros, los cascos de los navíos, los higos de los “plat de figues”, las corolas de las flores, las cestas de mimbre, las frondas esponjadas de los árboles y en listeles concéntricos. Pero también conformando los fondos jaspeados de platos y mancerinas, perfilando muchos elementos decorativos como los rasgos humanos en los rostros de los soles radiantes, las hojas, palmeras, cipreses y flores, los motivos arquitectónicos; y también configurando, con ágiles pinceladas, los horizontes abstractos de tierra y de agua.

Marcas de fabricación e inscripciones de la cerámica de Ribesalbes

Habituales en la época fueron las inscripciones presentes en los anversos de las piezas realizadas por encargo, en manufacturas de loza como la del Conde de Aranda, alusivas a obsequios, agrupaciones religiosas, anagramas religiosos. Ribesalbes era una cerámica popular y asequible, enfocada a un público de menor poder adquisitivo. Circunstancia que explicaría la ausencia de inscripciones de este tipo, en los anversos de estas piezas ribesalbenses.


En los reversos de las piezas, las marcas que solían aparecer eran identificativas de sus artífices o bien de sus centros productores (marcas de fábrica). De hecho, la competencia de “les fabriquetes” movió al Conde de Aranda a proteger su producción con una “A” en el reverso como marca propia; y a presionar a los propietarios de estas pequeñas fábricas para que identificasen sus piezas con una letra, marca o señal propia y característica de origen. Sin embargo, el Conde no obtuvo el éxito deseado, tras muchas luchas y pleitos. Pues sus competidores, que no estaban nada interesados en diferenciar su producción de la del Conde, no sólo no identificaron sus producciones, sino que incluso llegaron a imitar y copiar la propia “A”, marca privativa de la producción de la Real.


En Ribesalbes, en general, no se marcaba la loza, mientras que sí se hacía en Manises, por lo que la presencia de marcas  puede ser identificación y diferenciación entre las producciones ribesalbenses y maniseras del siglo XIX.

BIBLIOGRAFÍA:

ESTEVE GÁLVEZ, Francesc: "Ceràmica d´Onda". Diputació de Castelló. 1993.

Tesis Doctoral Victoria L. Marcelo Marco 2015:  LA CERÁMICA DE RIBESALBES (CASTELLÓN) DE FINALES DEL SIGLO XVIII A MEDIADOS DEL SIGLO XIX. FÁBRICAS DE LOZA, SAGAS CERÁMICAS Y ANÁLISIS HISTÓRICO-ARTÍSTICO. Universidad Politécnica de Valencia.

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