La bucarofagia, afición a comer búcaros.

La historiadora del arte Natacha Seseña bautizó como bucarofagia a la costumbre consistente en masticar los trocitos de barro para provocarse una opilación o falta del flujo menstrual, especialmente en las mujeres jóvenes, en ocasiones recomendado por los médicos de la época para combatir las penas por amores imposibles u otros trastornos del ánimo juvenil. De ahí que llamaran “las opiladas” a estas víctimas de una costumbre sin efectos positivos demostrados, ya que a base de tanta ingesta de arcilla acababan con el hígado deteriorado, con las vías excretoras obstruidas, anémicas, sin la menstruación y, sobre todo, muy pálidas, con la piel blanquecina, lo cual er aun efecto buscado y deseado por razones estéticas.

En el siglo XVII, las mujeres de las élites cortesanas en la España de los Austria, se aficionaron al uso y consumo de los llamados búcaros o barros de las Indias. Estas vasijas, empleadas para refrescar y perfumar el agua de beber, sorprendían también por sus delicadas e inusuales formas.

Estos objetos, cuyos complejos orígenes culturales son aún motivo de debate, constituían además elementos distintivos en torno a los cuales se desarrolló la llamada bucarofagia, una práctica ampliamente documentada en la literatura del Siglo de Oro español, y que consistía en la ingestión de fragmentos de cerámica bucarina, especialmente por parte de las mujeres de elevado rango social. Dicha práctica, a la cual se le atribuía funciones cosméticas, beneficiosas para la piel y medicinales, o narcóticas, a menudo se ha descrito como una de las costumbres más insólitas prevalecientes entre las cortesanas españolas del siglo diecisiete.

El nombre de estos artefactos, comúnmente empleados en el período Barroco para refrescar y perfumar el agua de mesa, derivaría del portugués y aludiría a sus inusuales formas de boca hinchada. Sebastian de Covarrubias en 1611 informa de que posiblemente la denominación procede del griego buqueros, cuyo significado –cuerno de buey- denotaría las intrincadas formas en que las que estas vasijas solían presentarse.

Las formas globulares y decoraciones lobulares de las numerosas piezas representadas en la pintura española y flamenca del Siglo de Oro, nos permiten tener una imagen gráfica de como eran estos búcaros, ya que las piezas completas conservadas en colecciones o museos son muy escasas y no tan antiguas.

El cuadro de Las Meninas de Velázquez (1656) contiene una de las imágenes más contundentes y divulgadas de un búcaro dentro de un contexto distinto al de un bodegón. El barro que sostiene la menina María Agustina Sarmiento aparece cumpliendo con su efímera y primigenia función de refrescar y perfumar el agua de beber.

Las formas características de los búcaros, al igual que platos y otras cerámicas lujosas españolas, guardan una clara relación estilística con los diseños propios de la platería española del siglo diecisiete, notablemente con los de aquellas piezas conocidas como bernegales y cuya función primaria era la de contener agua o vino en la mesa. La similitud formal existente entre búcaros y bernegales está relacionada con la proximidad funcional de ambos artefactos dentro del

bucaro ceramica de manises con jarra en bodegónEste es un espectacular bodegón de frutas azucaradas, pastelería, turrones y dulces sobre plato dorado, junto con un tarro de miel de Manises, un florero y fuente de cristal, una pila de cajas de dulces y un búcaro sobre salvilla dorada, todo dispuesto sobre una mesa, obra del pintor Tomás Yepes ( Tomás Hiepes 1600 –1674 ) que trabajó en Valencia durante el siglo XVII.

Este rico conjunto de objetos cotidianos no solo nos ofrece una visión fascinante de la vida contemporánea, sino que la representación general representa uno de los bodegones valencianos más bellos del siglo XVII. El óleo sobre lienzo que puede fecharse en la década de 1640, y destaca por el realismo de las cerámicas protagonistas de la composición. En el centro jarrón de cristal y a la izquierda el tarro de miel de Manises y la pila de cajas de dulces a la derecha, con el plato mayor de frutas azucaradas y dulces a la izquierda de la escena equilibrados por el búcaro de cerámica presentado sobre salvilla.

Sin duda el objeto más intrigante dentro de la escena general es el búcaro, representado sobre una salvilla de metal dorado en la esquina inferior derecha. Estos búcaros de barro, este quizás procedente también de Manises que era un pequeño cuenco hecho de barro cocido, diseñado para beber agua. Las propiedades de las tierras y otras sustancias añadidas al barro le daban al agua un sabor dulce y agradable. Estos objetos cotidianos se originaron en Portugal y Extremadura, pero posteriormente se produjeron más localmente en Talavera, así como también se importaron en grandes cantidades desde Las Indias, especialmente de México.

Parece que en le siglo XVII se desarrolló en España, en el entorno del mundo femenino que componía la nobleza y la corte, toda una cultura en torno al uso de búcaros, sobre todo porque se decía que poseían cualidades narcóticas y, después del consumo del agua, el bebedor a menudo masticaba el recipiente y con frecuencia consumía todo el objeto.

Para completar esta información recomendamos la obra de Natacha Seseña, 'El Búcaro de las Meninas'.

La cerámica de Tonalá en el Museo de América

Estas cerámicas, de característicos barros rojos o decoradas con pintura roja y azul con motivos florales o emblemas sobre engobe de color crema, se conocen como lozas de Guadalajara (de Indias), “Loza de olor” o barro de Tonalá Cualidades de la cerámica de Tonalá

La cerámica procedente de Tonalá fue uno de los objetos de lujo americanos más demandados por la nobleza europea. La infanta Margarita, representada en “Las Meninas” de Velázquez, recibe un jarro de cerámica de Tonalá o Tlaquepaque (Guadalajara, México).

La gran demanda de esta cerámica se debía a la fragancia y sabor que daba al agua, sin duda por el tipo de barro utilizado. Su porosidad permitía la evaporación constante, lo que producía enfriamiento del agua que contenía.

bucaros ceramica tonala mexico

Bibliografía:

Seseña, Natacha (1991). El Búcaro de las Meninas. En Velázquez y el Arte de su Tiempo – V Jornadas de Arte; Departamento de Historia del Arte “Diego Velázquez” – Centro de Estudios Históricos C.S.I.C. Alpuerto, Madrid.

Covarrubias Orozco, Sebastián de (1995) [1611] Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Madrid: Editorial Castalia.

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